Hola a todos, ha sido noticia esta semana la final de la Copa Sudamericana de la que
siempre estamos muy pendientes en este blog debido a la cantidad de jugadores
jóvenes que cada año nos da a conocer. Gracias a ella, hemos podido hablar en
este blog de jugadores como Leonel Galeano, consolidado ya en el eje central de
Independiente, de Rodrigo Mora, ahora taladrando redes con sus goles en River, o de
Rafael Toloi, pieza fundamental para Sao Paulo en la consecución de esta última
edición de la Copa Sudamericana. Pero por desgracia, esta vez el torneo no ha
sido noticia precisamente por la belleza de la competición, todo lo contrario.
Una final especialmente marcada por la dureza de su juego, por la rivalidad entre
argentinos y brasileños y por las continuas trifulcas entre jugadores de Tigre
y Sao Paulo, ha hecho de esta edición de la Copa Sudamericana un desastre
absoluto a nivel de organización y un esperpento futbolístico a la hora de
considerar este deporte como tal. Peleas, agresiones, armas, sangre en los
vestuarios y decisiones nefastas hicieron de la final un espectáculo absurdo en
el que tanto la Conmebol como la propia organización del torneo quedaron
absolutamente en ridículo.
Pero no
estamos aquí para hablar de luchas y trifulcas, si no de fútbol. Del fútbol que
puso Sao Paulo en la 1º parte, liderados por un Lucas Moura imperial que se
despidió de su afición dándole el título de campeón a su equipo, aunque no
hubiera sido de la manera que él hubiese querido. Y también, del fútbol de
Tigre. Más rácano, más aguerrido y más intensivo, pero es su fútbol, a fin y al
cabo. Y así ha llegado a la final, el equipo más humilde de entre los grandes
argentinos nos ha sorprendido a todos para bien, haciendo un torneo impecable
si dejamos de lado el partido en Morumbi. Néstor Gorosito ha vuelto a demostrar
su valía como entrenador, dotando a un conjunto sin apenas presupuesto de una
actitud en la cancha increíble y demostrando que la mejor base para llegar a lo
más alto es cuidar el total del conjunto, por encima de las individualidades.
Pero como en todo equipo que se precie, para llegar a lo más alto también hacen
faltas jugadores que pongan un algo diferente al partido, jugadores de grandes
cualidades técnicas que hacen elevar el nivel del equipo, y en Tigre, esta
cualidad es obra absoluta de nuestro protagonista de hoy, el joven Rubén Botta,
de 22 años.
Nacido
el 31 de Enero de 1990 en San Juan, Argentina. Matador desde sus inicios, y en
el sentido puramente futbolero, ya que a Tigre se le conoce en Argentina como
“Los matadores”. Una vez aclarado esto, es hora de repasar su trayectoria
futbolística hasta el momento. Como ya hemos comentado, Rubén Botta se ha
criado futbolísticamente en la entidad que actualmente defiende en el terreno
de juego. Con tres años ya en el primer equipo de Tigre, cabe destacar los
altibajos que ha sufrido a lo largo de su estancia en la máxima categoría del
fútbol argentino, donde a pesar de mostrar unas cualidades técnicas más que
suficientes, nunca ha llegado a explotar todo su potencial. Debutó en 2009
frente a un grande, Boca Juniors, pero ese fue su mejor logro esa temporada ya
que apenas contó con minutos tras su debut, lo que instó al club a cederlo a
Europa para ver si conseguía impregnar en su fútbol alguna de las cualidades
del fútbol del viejo continente. Sin embargo, la experiencia no fue del todo
buena, ya que su llegada al Ventspils letón fue más frustrante que prolífera al
no contar con minutos y como llegó, se volvió a ir. Regresó de nuevo a su club
de origen y todo pareció cambiar, ya que empezó a contar con minutos de manera
más regular y en cada partido que jugaba dejaba algún que otro detalle
esperanzador. Desde ese momento, Botta fue creciendo poco a poco hasta convertirse
en lo que es hoy, una pieza fundamental en el juego ofensivo del equipo
dirigido por el ex técnico del Jérez, Néstor Gorosito. Junto a él ha alcanzado
su mejor fútbol desde que debutara en 2009 y esta Copa Sudamericana ha dado
buena fe de ello, dejándonos goles para el recuerdo como el anotado ante Cerro
Porteño en los cuartos de final o el golazo ante la UD de Quito.
